lunes, 8 de febrero de 2021

"Una superstición de nuestro tiempo", de Javier Cercas

En el siguiente enlace de El País Semanal se puede leer el artículo completo de Javier Cercas.

Una superstición de nuestro tiempo

En una reseña de Alegría, la última novela de Manuel Vilas, leo una frase del crítico argentino Damián Tabarovsky que cifra a la perfección una de las supersticiones literarias más arraigadas de nuestro tiempo, según la cual “el éxito mainstream en la industria literaria es ‘imperdonable”, puesto que “siempre implica alguna forma de derrota artística”. En otras palabras: una novela de éxito equivale a una mala novela.

La idea es asombrosa. De acuerdo con ella, el Quijote, que fue uno de los grandes best sellers de su época, “implica alguna forma de derrota artística”, igual que los dramas de Shakespeare, muy populares también en la Inglaterra isabelina. Algo semejante cabe decir de algunas de las mejores obras de los más grandes novelistas de la historia, de Dickens a Victor Hugo, de Tolstói a Flaubert, de Hemingway a Nabokov o García Márquez, que consiguieron el “éxito mainstream” con “derrotas artísticas” como David Copperfield, Los miserables, Guerra y paz, Madame Bovary, Adiós a las armas, Lolita o Cien años de soledad. Es cierto sin embargo que también hay grandes novelistas, como Melville o Kafka, que no gozaron del favor de los lectores de su época; pero el caso es que, dejando de lado el hecho de que Kafka no publicó una sola novela en vida (apenas unos pocos relatos), en el último medio siglo Moby Dick y El proceso deben de ser dos de las novelas más leídas del mundo, lo que, siguiendo el argumento de Tabarovsky, significa que, aunque no fueran malas cuando se publicaron, ahora sí lo son, porque ya tienen “éxito mainstream” y por tanto deberíamos matizar nuestro entusiasmo por ellas, si no directamente despreciarlas. ¿Quiere esto decir que sólo las novelas de éxito pueden ser buenas novelas? Da vergüenza responder: no. Aunque a la larga los mejores libros son los que más se venden y leen —al fin y al cabo, el único crítico literario infalible es el tiempo—, a la corta es tan necio considerar que un libro es bueno sólo porque se vende mucho, según piensan algunos editores, como considerar que es malo por idéntica razón, según piensan algunos críticos: se trata de formas simétricas de la pereza mental; también, de formas igualmente obtusas de confundir la literatura con la industria literaria. Más vergüenza todavía da recordar la verdad (aunque por lo visto urge hacerlo): la verdad es que, al menos a corto plazo, hay libros buenos que se venden mucho y libros buenos que se venden poco, igual que hay libros malos que se venden mucho y libros malos que se venden poco. En suma: hay de todo. Y precisamente el trabajo del buen crítico consiste en determinar qué libros —se vendan mucho o poco— son buenos, y qué libros malos. Sobra añadir que, con todos los matices que se quiera, lo que vale para la literatura vale para el cine, la música, la pintura o el teatro, porque todas las artes se sirven para su difusión de la industria y todas conocen “éxitos mainstream” (y también fracasos). ¿Cómo es posible, repito, que haya que recordar tamaña evidencia? ¿Cómo es posible que una falsedad tan palmaria como la formulada por Tabarovsky no suscite la más mínima réplica y sea difundida como artículo de fe? ¿Por qué ya nadie lee a los críticos, salvo otros críticos y, si acaso, los autores a quienes critican? ¿Por qué nadie se atreve a criticar al crítico, por miedo a represalias, y en consecuencia la crítica se ha vuelto impune, gratuita, irresponsable?

No lo sé. Pero hay dos cosas que sí sé. La primera es muy vieja, y es que la forma más acendrada de la estupidez es la estupidez intelectual, la del tonto con lecturas o sot savant. La segunda es más reciente: la dramática irrelevancia de la crítica, sobre todo de la crítica literaria (dramática porque una buena crítica literaria es imprescindible para una buena literatura); y con razón: ¿qué clase de autoridad puede tener una crítica consagrada a propagar semejantes supercherías? ¿Qué lector de buena fe puede fiarse de ella?

Resumen

 Según un crítico literario el éxito de ventas de una novela es sinónimo de una novela de mala calidad literaria. La falsedad de esta información se observa con numerosos ejemplos de clásicos literarios (El Quijote o Madame Bovary) que tuvieron un gran éxito de público. La verdadera labor de un crítico es determinar si una novela es buena o mala independientemente de su éxito de ventas. Afirmaciones tan ridículas  como estas, propias de la idiotez intelectual, han provocado que hoy casi nadie se fie de la crítica literaria.

1. Contesta las siguientes preguntas sobre el sentid del texto:

  • ¿Qué quiere decir la afirmación "el éxito mainstream en la industria literaria es imperdonable, puesto que "siempre implica alguna forma de derrota artística"?
  • ¿Qué quiere decir el autor cuando afirma "La primera es muy vieja, y es que la forma más acendrada de la estupidez es la estupidez intelectual"?
2. Reformulación léxica de lo siguientes enunciados:

  • ¿Qué clase de autoridad puede tener una crítica consagrada a propagar semejantes supercherías?
¿Cuál es la influencia que pude ejercer la opinión de intelectuales literarios  que se dedica a divulgar estas falsedades?

  • La idea es asombrosa. De acuerdo con ella, el Quijote, que fue uno de los grandes best sellers de su época, "implica alguna forma de derrota artística.

La ocurrencia es increible. Según esta, La gran obra de Cervantes, que tuvo un gran éxito de público, supone una especie de fracaso literario.

3. Análisis morfológico de los siguientes enunciados:

  • Aunque a la larga los mejores libros son los que más se venden y leenn.
  • Y precisamente el trabajo del buen crítico consiste en determinar qué libros son buenos, y qué libros malos.
4. Análisis y comentario sintáctico de los siguientes enunciados:
  • El Quijote, que fue uno de los grandes best sellers de su época, implica alguna forma de derrota artística.
  • Es cierto que también hay grandes novelistas que no gozaron del favor de los lectores de su época.


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