Buenas tardes. En primer lugar quiero agradecer a David
Ordóñez, a Xulio Concepción y demás
miembros del consejo de redacción la posibilidad de participar en el segundo
número de la revista Vindonnus, cuyo trabajo viene a paliar la pérdida
progresiva de la lengua y la cultura tradicional del concejo de Tsena. Y es que
nuestros mayores, últimos guardianes de la tradición oral, se están yendo con
un gran caudal de conocimientos y al romperse la cadena de la transmisión oral
se va con ellos toda esa riqueza cultural y cosmovisión. Y, precisamente, esta
revista viene a llenar ese hueco, gracias a una serie de investigadores que
acuden a estas auténticas bibliotecas vitales para entrevistarlas y plasmar en
sus páginas esas tradiciones evitando, así, que se pierdan.
Por lo que respecta a mí artículo, este se centra en el
museo etnográfico de La
Panerona de Xomezana Baxo, un museo elaborado gracias a la
voluntad y al entusiasmo de un pueblo coordinado por el que fuera su alcalde
Salvador. Este trabajo encomiable, que les llevó a rehacer una antigua panerona
que ya amenazaba ruina y dotarla de los instrumentos y utensilios tanto de la
casa como del campo de la
Asturias rural, les valió el premio de pueblo ejemplar de
Asturias en el año 1998. Un trabajo que recuerda las antiguas estaferias,
esquisas que al toque del turutsu
reunía a los vecinos en la plaza de La Esquisa para realizar los trabajos comunales:
reparación de caminos, eliminación de argayos, reparaciones de la iglesia, etc.
Por lo tanto, el museo de la Panerona, junto a la ruta
de los Molinos permite el desarrollo de un trabajo interdisciplinar entre las
materias de Lengua y Literaturas Castellana y Asturiana, Tecnología y Educación
Física, para que los alumnos conozcan una forma de vida que ha ido desapareciendo
de nuestros pueblos, les permite conocer esa cultura y lengua asturiana, así
como practicar actividad física realizando la ruta y adquirir conocimientos
técnicos y científicos sobre las partes del molino, elementos constituyentes y
su funcionamiento, así como el aprovechamiento del agua del río como fuente de
energía limpia. Y todo ello sin necesidad de acudir a libros, sino en su
entorno vital, lo que lo hace muy atractivo. De ahí, que todos los años
acudamos con los alumnos para realizar esta actividad complementaria y nuestros
discentes puedan aprender en su mismo entorno.
En relación al artículo, el lector encontrará un
estudio etnolingüístico de los diferentes utensilios de la casa y aperos del
campo, cuyo objetivo es la conservación de estas palabras y, en consecuencia,
las tareas y actividades en las que se utillizaban. Y es que el proceso avanza
imparable: primero desaparecen los utensilios, y solo queda su recuerdo en los
memoria de los mayores, posteriormente, las generaciones más jóvenes ya no se
interesan por esa cultura tradicional y se pierden las palabras y en
consecuencia toda esa cosmovisión.
Pero si uno acude al museo de La Panerona va a encontrarse
con un elenco bastante completo de estos utensilios: desde la cacía, el tsar, las pregancias, las butías, la bregadota, las
butías, los zurrones, araos, cotsares, el querru´l país, el duirnu, los xugos,
las mutsías, l’aboguéu, etc., que, junto a las explicaciones de Salvador
permiten que se mantengan no solo esas palabras sino las actividades agrícolas,
ganaderas y caseras asociadas a esos utensilios.
De lo anterior se deduce que nuestra labor es conservar
esas voces y los trabajos a ellas asociadas para que los estudiantes,
investigadores y simples aficionados puedan consultar la etimología de la
palabra su origen, algunas se remontan al latín, pero otras son más antiguas y
nos fueron legadas por los pueblos celtas e inclusos indoeuropeos.
Es decir, que no es un mero listado de palabras, sino
que es una serie de vocablos que encierran en si toda la riqueza cultural y
cosmovisión de los diferentes pueblos que han vivido en el concejo de Tsena y
han configurado ese mundo rural que hoy se ve amenazado por el avance imparable
de la tecnología y la ciencia, creo que mal entendido, ya que en lugar de
aplicar esos progresos sobre lo que ya existía, pretende acabar con ese mundo
tradicional y cambiarlo por ese mundo nuevo, basado en la producción masiva, y
poco ecológica cuya máxima es producir mucho sin importar el despilfarro de
recursos. Ya el gran escritor Miguel Delibes, en sus novelas centradas en el
campo español, especialmente el castellano, se le acusaba de estar en contra
del progreso, como un autor que menospreciaba la corte y alababa la aldea, que
dirían los clásicos, pero Delibes estaba en contra de un progreso basado en la deshumanización y falsedad que genera
la vida en la gran ciudad. Según decía él mismo: «Cuando escribí mi novela El
camino, donde un muchachito, Daniel el Mochuelo, se resiste a abandonar la vida
comunitaria de la pequeña villa para integrarse en el rebaño de la gran ciudad,
algunos me tacharon de reaccionario. No querían admitir que a lo que renunciaba
Daniel el Mochuelo era a convertirse en cómplice de un progreso de dorada
apariencia pero absolutamente irracional».
Así a modo de ejemplo tenemos la palabra mesorias,
los dos palos unidos por una cuerda o una correa utilizadas para pelar las
espigas de la escanda, vocablo que tiene su origen en la voz latina MESSE,
“mies, recolección, cosecha” más sufijo –oria,
con el significado de “herramienta. Pero, detrás de esta palabra también está
la labor de la siembra, la recolección y la posterior elaboración del pan con
este cereal; actividades que, al igual que la palabra, solo quedan en la
memoria de las personas mayores, ya que la mayoría de los menores de 30 años ni
han visto el objeto ni posiblemente hayan oído la voz.
Otro caso sería el de la palabra cambetsón, “cabezal
del xugu para una sola vaca”; se colocaba en la cabeza del animal para que se
fuera acostumbrando a ella, se le soltaba al pastu, “a pacer” durante varios
meses y no se lo quitaban; finalmente, el animal quedaba domado para forma parexa, “pareja”, con otro animal
semejante en fuerza y tamaño”. Proviene esta voz del celta *KAMB- “curvo” más
sufijo diminutivo –etsu, del latín
ĚLLU, y sufijo aumentativo –on, del
latín –ŌNIS. Sin embargo, hoy ya no se ven vacas arando las tierras, y estas
últimas se han convertido en pastos en el mejor de los casos o en monte en el
peor. Y la palabra, al igual que la actividad, resulta desconocida para los
jóvenes.
Y, como último ejemplo, el vocablo butía, “lecheras con un `pitorro que se usaba para la elaboración
de la manteca”, del latín BUTTICULA, “bota pequeña, botella”. Las butías
destacan por tener un piniitsu, “agujero”, “pitorro”, del latín PINUS, “pino,
empinado”. Detrás de esta palabra esta la técnica de los vaqueros de mazar el
tsiche, “la leche para la obtención de las sabrosas mantegas. Todo ese proceso de elaboración artesanal de la manteca
también se ha perdido junto a las palabras que lo evocan: butía, piniitsu, mazar, encaldar, pereya…
En definitiva, la desaparición de las palabras está
íntimamente ligado a las actividades y trabajos en los que se empleaban. En el
caso del asturiano, debido a la situación de diglosia que vive con el
castellano desde el siglo XIII, ha provocado que todas esas palabras de una
cultura asturiana, eminentemente rural, agrícola y ganadera, caigan en el
olvidó. Proceso acelerado, sobre todo en los últimos 70 años, con el cambio de
vida, donde la actividad agrícola y ganadera ha entrado en crisis debido a ese
nuevo modo de entender el progreso, que sacrifica el equilibrio ecológico y
ambiental en aras a una máxima productividad. De ahí que visitar el museo de La
Panerona, en Xomezana Baxo resulte imprescindible para conocer y, o contemplar
de nuevo todos los utensilios de la casa y los aperos del campo y, así, recrear,
gracias al relato de Salvador, las diferentes actividades caseras, agrícolas y
ganaderas; además, entenderemos otra forma de aprovechamiento de los recursos:
el hombre predaba, es decir, tomaba de la naturaleza aquello que era
estrictamente necesario y cuidaba del entorno para que al año siguiente se
pudiesen aprovechar de nuevo esos recursos, frente al hombre moderno que
depreda, que consiste en coger todo de la naturaleza sin pensar en el futuro,
llevando al agotamiento de los recursos. Por lo tanto, no asistiremos
únicamente a una lección de lengua, cultura, cosmovisión asturiana, en este
caso tseniza, sino también a una clase magistral de ecología bien entendida.
Muchas gracias por su atención y ojalá que esta
maravillosa iniciativa que supone la revista Vindonnus tenga una próspera y
larga singladura.
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