sábado, 21 de diciembre de 2019

"Una vida distinta", de José Andrés Rojo

En el siguiente enlace de El País se puede leer el artículo completo.

Una vida distinta
Ceija Stojka tenía 12 años cuando fue liberada junto a su madre por el ejército británico del campo de concentración de Bergen-Belsen. Era abril de 1945, estaba escondida entre pilas de cadáveres y consiguió sobrevivir comiendo la savia de las plantas que encontraba por ahí. Era gitana, su familia pertenecía a un linaje que se había dedicado al comercio de caballos, nació y creció en Austria. Su infancia estuvo asociada a un carromato, a la felicidad de ir de un sitio a otro. Hubo un momento en que obligaron a los suyos a concentrarse en un terreno baldío a las afueras de Viena. Fue ahí donde los nazis acudieron a buscar a su padre en 1941 y se lo llevaron a Dachau. El resto de la familia terminó en marzo de 1943 en un tren camino de Auschwitz. Le tatuaron el número Z6399. En junio de 1944, la trasladaron al campo de Ravensbrück y terminó en enero de 1945 en Bergen-Belsen. Tardó unos 40 años en darle forma a las experiencias que vivió durante aquella temporada en el infierno. Sus cuadros se pueden ver ahora en el Reina Sofía, en Madrid. El horror de la barbarie nazi está recuperado en su obra desde la limpia mirada de una niña, y por eso resulta todavía más perturbador. Parece un cuento: las figuras de negro de las SS, la esvástica, el alarido de miedo, las alambradas, las torres de control, los cuerpos en las literas de los barracones, una puerta cerrada. Y, por algún lugar, la vida que sigue. A pesar de todo.
Cuanto tiene que ver con aquel aciago periodo está resumido casi siempre en números. Por eso son necesarios los dibujos y los cuadros y escritos de personas que vivieron aquello, como Ceija Stojka. Dice Timothy Snyder en Tierras de sangre, su libro sobre la época en que reinaron sobre Europa Stalin y Hitler, que “cada uno de ellos moría de una muerte diferente, puesto que cada uno de ellos había vivido una vida distinta”. Se refiere a cada uno de los 14 millones de seres humanos que fueron liquidados por la Alemania nazi y la Unión Soviética entre 1933 y 1945 en esa zona de Europa de la que se ocupa en su libro: San Petersburgo y la franja occidental de la Federación Rusa, la mayor parte de Polonia, los países bálticos, Bielorrusia y Ucrania, según los mapas de hoy. “La pregunta esencial es: ¿cómo fue posible (cómo es posible) que se infligiera un final violento a tantas vidas humanas?”, escribe Snyder.
Marean los números, y luego es terrible asistir en esas páginas a la simple descripción de las matanzas. Como ocurre al ver la obra de Ceija Stojka, en Tierras de sangre de pronto estallan los signos de vida particulares. Iza Belozovskaia, una judía de Kiev, recordaba de aquellos días en que los nazis hacían su trabajo: “Tenía un fuerte deseo de espolvorear mi cabeza, toda mi persona, con cenizas, para no oír nada, para convertirme en polvo”.
“Expulsar a los nazis o los soviéticos fuera del ámbito humano o de la comprensión histórica es caer en su trampa mortal”, observa Snyder, y por eso recomienda “advertir que sus motivos para cometer asesinatos en masa, aunque nos parezcan repugnantes, tuvieron sentido para ellos”. Las utopías de Stalin y Hitler arrastraron a miles de personas corrientes a enfangarse en horrores sin nombre que justificaron en algo, comenta Snyder, que no nos resulta tan ajeno: “El sacrificio del individuo en nombre de la comunidad”. Cuando oigan a quien defiende sus acciones con esos argumentos, acuérdense de Ceija Stojka. Mataban por un gran plan para los elegidos.



Resumen
Ceija Stojka logro sobrevivir a los campos de concentración nazi. Todos los horrores y barbaridades que vivió en estos campos los plasmó en sus cuadros, donde también se puede apreciar la vida que continua.
Muchas veces todo ese dolor queda reducido a los meros números, que son bastante fríos de los prisioneros, lo que contrasta con el sufrimiento, el dolor y la violencia individual que reflejan  los testimonios, ya sean escritos o en forma de dibujos o cuadros, de los supervivientes para recordar que fue real esa violencia y ese sufrimiento consecuencia de los desmanes cometidos bajo la dirección de Hitler y Stalin.
Por lo tanto no se debe olvidar ni borrar de la historia estos pasajes de la historia, ya que las ideas de los dos dictadores fueron seguidas por miles de personas que les llevaron a cometer estas barbaridades siguiendo el falso principio del sacrificio del individuo en nombre de la comunidad, que todavía hoy, algunos siguen. De ahí la importancia de recordar la historia de estos supervivientes para recordar que tanta violencia y horror era   y es una estrategia diseñada por los verdugos.

  • Contesta las siguientes cuestiones sobre el texto:
  • ¿Qué quiere decir el autor con "Por eso son necesarios los dibujos y los cuadros y escritos d personas que vivieron aquello, como Ceija Stojka"?
  • ¿Qué quiere decir el autor con la expresión "Marean los números, y luego es terrible asistir en esas páginas a las simple descripción de las matanzas"?
  • ¿Qué quiere decir el autor con "Mataban por un gran plan para los elegidos?

  • Reformulación léxica de los siguientes enunciados:
  • El horror de la barbarie nazi está recuperado en su obra desde la limpia mirada de una niña.
La violencia de la sinrazón del ejercito alemán se ha plasmado sus pinturas vistas desde la inocencia de una infante.
  • La pregunta esencial es: ¿Cómo fue posible que se infligiera un final violento a tantas vidas humanas?
La cuestión imprescindible sería ¿Por qué se permitió que se acabase con la existencia de innumerables personas?

  • Análisis morfológico de los siguientes enunciados:
  •  Cuando oigan a quien defiende sus acciones con esos argumentos, acuérdense de Ceija Stoika.
  • Por eso son necesarios los dibujos y los cuadros y escritos de personas que vivieron aquello.

Análisis sintáctico de los siguientes enunciados:
    •  Se refiere a cada uno de los 14 millones de seres humanos que fueron liquidados por la Alemania nazi y la Unión Soviética entre 1933 y 1945.
    • Su familia pertenecía a un linaje que se había dedicado al comercio de caballos.

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