lunes, 30 de mayo de 2022

"El ´test Google´ (contenidos, competencias y otros animales)", artículo de Juan Manuel Moreno

Además del artículo de Juan Manuel Moreno, publicado en El País, primero recojo mi comentario crítico sobre este texto que me parece muy interesante sobre el eterno debate de las competencias y los contenidos. También hay una serie de preguntas para practicar la competencia lingüística escrita.

 He recogido este artículo de Juan Manuel Moreno porque creo que trata  muchas de las dudas, preocupaciones que supone el aprendizaje competencial. Además es muy interesante porque arroja luz sobre las opiniones políticas interesadas para, como siempre, convertir el debate educativo, en un falso debate político, que solo esconde la lucha de los diferentes partidos políticos por controlar un aspecto esencial de la sociedad, como es la educación, ya que un buen sistema educativo crea ciudadanos críticos, que saben discernir los hechos de las opiniones, y, por tanto, no es tan fácil de manipular ni por ideologías políticas, ni económicas, ni sociales, lo que, indudablemente, no le interesa a estos partidos, que quieren masas acríticas, fácilmente influenciables, que se dejen llevar por la polarización que reina hoy, en lugar de buscar el consenso, saber ceder y llegar a acuerdos para así convertirse en ciudadanos preparados para vivir en democracia. De ahí que en nuestro país se sucedan innumerables leyes educativas, pero no por la necesidad real que tenemos de una ley  educativa consensuada y elaborada por directores, profesores y especialistas en metodolgías educativas que conocen y saben del funcionamiento diario de un aula  y, además, que sea una ley duradera, independientemente del partido político que gobierne.

La primera idea que quiero destacar es que el aprendizaje por competencias, aunque parezca por la terminología moderna, un debate actual, ya lleva presente en la enseñanza desde épocas preteritas. Yo, como alumno, ya lo viví, aunque no se utilizaba esta terminología, así me acuerdo de profesores que consideraban que su función eran transmitir unos conocimientos, que él había adquirido, y que nosotros deberíamos reproducir tal cual nos lo había transmitido. El resultado era que almacenábamos gran cantidad de información (contenidos) pero lo único que sabíamos hacer con ellos era plasmarlos en un examen. En cambio, había otros profesores, en cuyas clases, evidentemente se nos facilitaban unos contenidos pero el profesor, tanto de forma oral como escrita nos hacía utilizarlos, usarlos, aplicarlos en nuestra vida diaria, nos hacían reflexionar, nos enfrentaban a teorías contradictorias y nos mandaban escribir nuestros trabajos o textos escritos donde nosotros creábamos nuestro propio conocimiento a partir de los contenidos qu nos habían proporcionar. Huelga decir que aprendimos mucho más con estos profesores porque esos contenidos no se olvidaban tras acabar el examen, sino que analizábamos la realidad, la interpretábamos y nos creábamos nuestras propias ideas con ellas y, por tanto, no los olvidábamos. Y esto, como ya se ha dicho se recoge con una metodología moderna, lo que da lugar a la confunsión y algunos piensan que se trata de simplificar la educación, regalar aprobados y bajar el nivel educativo y formativo de nuestros alumnos. No, se trata de hacer, como siempre lo han hecho los buenos profesores, que los contenidos vistos en clase vayan más allá de servir para alcanzar una nota en un examen, sino que sirvan para aplicarlos a situaciones y contextos reales de la vida diaria y, así, se fijen en nuestra mente.

Por otro lado, creo que es imposible saber de todo e incluso saberlo todo de una misma materia, de lo que se trata es de que tengas unos conocimientos -contenidos- que te sirvan para aplicar a las diferentes situaciones. Por ejemplo en mi asignatura, Lengua Castellana y Literatura, los alumnos no deben ni pueden, ni yo tampoco lo sabría, conocer todas las características, autores y obras de los sucesivos movimientos, escuelas y generaciones literarias que se han sucedido desde los primeros textos literarios en lengua española, las jarchas en el siglo XI , hasta hoy. Pero con la adquisición de la competencia lingüística, que implica leer y escribir cualquier tipo de texto, con las nociones básicas para comprender las peculiaridades del lenguaje literario, las circunstancias sociales, políticas, económicas del periódo, puedan entender un texto literario de cualquier época y puedan aplicar los temas universales que tratan: amor, muerte, paso del tiempo, la amistad... a su vida cotidiana, ver las coincidencias y diferencias de cómo lo ve el autor y cómo lo vemos nosotros hoy.

En el caso de mi autonomía, Asturias, me resulta muy grave que por ejemplo sigamos tratando los diferentes sistemas de la lengua: fonética y fonología, semántica, gramática, morfología, reglas gramaticales, como compartimentos estancos. Cuando hablamos, empleamos textos, de ahí que deberíamos trabajar los contenidos agrupados en el textos, que es la unidad de comunicación. Deberíamos dar ya el salto a al pragmática del texto, y enseñar a los alumnos a comprender y redactar todo tipo de textos, tanto lingüísticos como literarios, cumpliendo las características que debe cumplir todo texto: adecuación, coherencia, cohesión y corrección gramatical. Y no aislados análisis sintácticos o morfológicos que no permiten al alumnado adquirir el desempeño que van a necesitar en sus estudios unviersitarios o de formación profesional o en su vida laboral, que es, ni más ni menos, que comprender y construir diferentes tipos de texto.

En definititva, creo que no se está hablando de algo nuevo, pero si se incide en que se debe desterrar un sistema de enseñanza basado en la mera memorización y volcado de datos en un examen para obtener una calificación. La enseñanza va más allá y se trata, como siempre se ha hecho de enseñar unos contenidos, pero también las destrezas, el desempeño para aplicarlos a la vida real y ese conocimiento se afiance para siempre en el alumnado. Por lo tanto, frente a aquellos que ponen el grito en el cielo y que hablan de la continúa degradación de la educación, me gustaría defender un sistema educativo que de verdad haga frente a los grandes y constantes cambios que nos ofrece esta sociedad hipertecnificada y tecnologizada y cuya finalidad sea la de crear ciudadanos preparados para vivir en una sociedad democrática, aplicando siempre la capacidad de razocinio y crítica, así como principios humanísticos, que conduzcan a una sociedad más igualitaria y donde no se descrimine a nadie por ninguna razón, ni de sexo, ni de raza, ni de religión, ni de edad.

El ‘test Google’ (contenidos, competencias y otros animales),

Las personas aprendemos manejando hechos, fórmulas y reglas, pero lo que marca la diferencia es ser capaz de aplicarlo, resolver problemas y hasta de crear cosas nuevas con ello

A pesar de que el llamado Marco Común de las Competencias Clave data de principios de siglo y es producto de un consenso continental reflejado en documentos de la Comisión Europea, el debate —si es que de verdad lo es— entre contenidos y competencias como foco de la enseñanza y de los currículos escolares se ha desatado sólo muy recientemente en nuestro país. Hay que reconocer que, en términos de marketing, esto de las competencias no funciona nada bien como marca, y menos aún si algunos, con buen dominio de la comunicación política en estos tiempos de división y disrupción, dan por hecho que la educación para ser competente estaría reñida con la educación para ser competitivo por mor de recortar, reducir o condenar contenidos tan clásicos e imprescindibles como la regla de tres, los afluentes del Guadiana o la sinalefa.

Nos vemos pues en medio de un debate donde tercian con gran preocupación intelectuales de primera línea, y en el que se reclama el abandono de las competencias y el retorno al enciclopedismo más tradicional, argumentando que esto es lo que de verdad protege los intereses de los estudiantes, especialmente de aquellos social y económicamente más desfavorecidos. Llama mucho la atención el lado más político de la diatriba, donde se afirma que el giro competencial abre la puerta de un adoctrinamiento sistémico, sugiriendo implícitamente que nuestros profesores no serían sino meras cadenas de transmisión, puros intermediarios que trabajan para el Gobierno y no para el Estado. Así pues, el sistema educativo español parece estar condenado a la autodestrucción en cuestión de semanas, y ello a causa de unos cuantos decretos publicados en el BOE.

Todo esto es una confirmación más de hasta qué punto el sector educativo se ha convertido en rehén de la lucha partidista en España. Lo que se presenta como debate de principios no es más que un pulso entre intereses no del todo confesables. Cualquier profesor sabe que el dilema entre contenidos y competencias es artificial e interesado. Las personas aprendemos manejando contenidos —hechos, principios, fórmulas, reglas—, pero lo que marca la diferencia no es recordar todo eso en abstracto, sino ser capaz de aplicarlo, resolver problemas y hasta de crear cosas nuevas con ello. No es nada insólito: estamos hablando simplemente de la buena educación, algo que siempre ha existido, al menos para algunos. Pongamos un par de ejemplos:

Se pueden aprender muchos hechos históricos y también ser capaz de citar las opiniones e interpretaciones de distintos analistas o historiadores sobre esos hechos. En todos los casos, tanto los hechos como las interpretaciones pueden encontrarse en Google en cuestión de décimas de segundo. Sin embargo, la capacidad de diferenciar —o, si prefieren, de no confundir— entre hechos y opiniones no sale en Google. No puede buscarse ni contrastarse fácilmente, entre otras razones porque Google también devuelve la confusión reinante. Y es que distinguir entre hechos y opiniones es un aprendizaje mucho más sofisticado. Si, como dicen los datos del último PISA (2018, mucho antes de aprobarse la Ley Celaá y los decretos de currículo), la mayoría de los estudiantes españoles de 15 años no sabe diferenciar entre hechos y opiniones, tenemos un problema mayúsculo. Porque, además, esos estudiantes son, en efecto, carne de adoctrinamiento, dentro y fuera de la escuela. Es un problema que no se resuelve aprendiendo más hechos y siendo capaz de recordarlos cual concursante de Pasapalabra. Que el currículo escolar incluya de modo explícito la competencia de distinguir entre hechos y opiniones no es un paso hacia el adoctrinamiento, sino, precisamente, el camino para inmunizar a los ciudadanos frente a esa industria de la posverdad, las noticias falsas y los llamados hechos alternativos.

Uno puede aprender gramática, dominar las reglas de la sintaxis, bordar la ortografía, y acumular un amplio vocabulario sobre muchos temas. Pero para poder comunicarse de manera eficaz y correcta, oralmente o por escrito, necesita más cosas: entre otras, buena comprensión lectora, memoria funcional, autoconfianza para manejar la inseguridad que todos tenemos al hablar en público, empatía para adaptar el discurso a la audiencia (no me expreso igual frente a mis alumnos universitarios que en una charla de café con mis amigos) y conciencia del lenguaje no verbal, que transmite tantos mensajes como el verbal. Una vez más, la gramática, la sintaxis y el vocabulario están en Google y se pueden consultar en dos clics. También hay todo tipo de consejos para hablar en público o para escribir bien. Pero la competencia de la expresión oral o de escribir como Dios manda no se puede aprender en Google. Insisto en que sigue siendo imprescindible aprender gramática, reglas sintácticas y vocabulario. Pero no es suficiente. Y a todo eso que es más sofisticado que lo que aparece en Google, y que sólo un claustro de buenos profesores puede enseñar, se le llama, con un pobre marketing y cierta ambigüedad, eso sí, competencias.

Hagamos pues el test Google. Si todo lo que sabe un estudiante puede encontrarse en Google en décimas de segundo, su futuro —personal y laboral— pinta realmente mal. Cierto que está la opción de concursar en Pasapalabra. Pero si se quiere que nuestros estudiantes aprendan a comunicarse con corrección y eficacia, a no generalizar a partir de simples anécdotas, a no percibir a quien discrepa de ellos como un enemigo o alguien que quiere engañarles, a adquirir un hábito de pensamiento crítico y escéptico frente a la industria de la posverdad, a contrastar información e identificar así fuentes fiables que les permitan cuestionar sus opiniones y, en definitiva, a usar los conocimientos que aprenden para mejorar su bienestar personal y también el bienestar colectivo, Google y todos sus contenidos son necesarios pero no suficientes. En no tener la oportunidad de aprender todas esas cosas consiste precisamente el más dañino y menos visible de los adoctrinamientos.

1. ¿Es un tema nuevo el debate  la educación por competencias?

2. ¿Qué se supone que va a recortar la educación por competencias?

3. Según algunos ¿Qué se esconde detrás de la educación por competencias?

4. ¿Estamos ante un debate educativo o un debate político?

5. ¿Cómo se produce el verdadero aprendizaje, según los profesores?

6. Según el autor, ¿Qué es fundamental en la materia de Historia y Google no permite aprender a los alumnos?

7. ¿Qué provoca el no saber diferenciar hechos y opiniones?

8. ¿Qué nos permite diferencia hechos y opiniones?

9. Para comunicarse eficazmente, ¿basta con conocer las reglas báscas de los diferentes sistemas que integran una lengua?

10. ¿Qué supone por tanto enseñar por competencias?



1. No, es un debate ya antiguo, desde principios del siglo XXI ya la Comunidad Europea recoge este sistema de educación por competencias.

2. Se piensa que va a suponer la desaparición de los contenidos. Lo que es falso, ya que lo que hace, como se hizo siempre, es seleccionar los contendios pero aplicarlos a la vida real.

3. Para algunos supone un adoctrinamiento por parte del partido del gobierno que aprueba esa ley.

4. Claramente político. 

5. Los profesores saben desde hace mucho tiempo que una buena educación se basa en el aprendizaje de contenidos y su aplicación en diferentes contextos de aprendizaje de la vida diaria.

6. Distinguir entre hechos e informaciones. 

7. Nos convertimos en personas fácilmente manipulebales y sujetas a un proceso de adocrinamiento.

8.  Reconocer y protegernos de la posverdad, las noticias falsas y los hechos alternativos.

9. No, ya que en la comunicación tanto oral como escrita entran en juego otros desempeños como adecuarse al hablante y al contenido que queremos transmitir. Utilizar la función adecuada según el objetivo de nuestra interacción, adaptar nuestra expresión al público que nos dirigimos, etc.

10. Enseñar los contenidos así como los desempeños adecuados para en una situación de aprendizaje de la vida real, el alumno sepa resolver los desafíos, problemas que se le plantean.

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