domingo, 2 de julio de 2023

Resumen y preguntas sobre el ensayo "La moda justa", de Marta D. Riezu

 



Resumen La moda justa, de Marta D. Riezu

Introducción

La industria textil es un modelo basado en la explotación de la pobreza. La autora nos ofrece una invitación a ser responsables y optar por una moda sostenible, es decir, una moda buena que ayuda a explicar quiénes somos sin dañar a nadie por el camino.

Primera parte. Los problemas

Varios factores llevaron a la autora a dejar de consumir compulsivamente ropa. El principal fue una mudanza donde apareció una cantidad ingente de ropa. En segundo lugar, empezó a agobiarse al entrar a comprar en determinadas tiendas -música atronadora, grandes tumultos, las montoneras de prendas…-. De ahí que volvió a hacerse la ropa a medida.

Otro factor fue su trabajo como periodista le permitió conocer de cerca la industria de la moda, lo que le permitió desarrollar una conciencia ecologista, gracias a que conoció a diseñadores y marcas que no se someten al sistema actual. Unos y otros le demostraron que escoger un camino diferente es difícil pero no imposible. Por otro lado, un jefe le enseño a distinguir unas prendas de calidad de meras imitaciones.

El hartazgo y la indignación es el principio que posibilita el cambio. Ella sacó en conclusión que no le hacía falta nada más, solo las prendas necesarias para poder disfrutarlas. Nuestros abuelos llevaban razón: mejor tener poco y bueno.

Antes de empezar

La moda es una manifestación cultural de primer orden que lo abarca todo: las protestas políticas, el arte, los avances tecnológicos. Como todo en lo que se mezcla el dinero, en ella cabe lo mejor y peor del ser humano.

Estamos ante una reflexión de porqué se sigue comprando a lo loco. La idea es entreabrir la puerta de la duda para que cada uno indague en lo que más le dé que pensar.

Lo barato como derecho

En la industria de la moda, como en la de la alimentación, no hay elecciones inocentes. Ambos negocios toman materia prima de la Tierra y dependen de su buen estado para seguir obteniendo ingredientes de calidad. El cambio en la moda nos cuesta más que en la alimentación, porque esta incide en nuestro bienestar, mientras que la moda justa ofrece un beneficio directo menor para nuestra salud, más allá de saber que uno está haciendo lo éticamente correcto, y del placer que proporciona una prenda bien hecha. El beneficio recae en los trabajadores, ecosistemas y animales que no vemos ni conocemos, y que están a miles de kilómetros de distancia.

La sobreproducción en la moda comenzó hace cincuenta años. El modelo tradicional de producción era bajo demanda, sin stocks, algo que hoy se recupera y revaloriza el oficio, la espera y la exclusividad. De la costura se pasó, a principios del siglo XX, a la producción en serie. El prêt -à-porter contribuyó a la obsesión por la talla y las dietas, al obviar las medidas específicas de cada uno y establecer unas medidas estándares.

A finales de los años ochenta apareció la fast fashion cuyo único objetivo era ofrecer una oferta abundante, incesante y barata mediante un sistema de producción de respuesta rápida, inventarios dinámicos y decisiones modificadas en tiempo real. Los precios se mantienen bajos estrujando a los proveedores, produciendo en países en desarrollo con condiciones laborales pésimas y plagiando con descaro ideas de otros diseñadores.

La llegada de la moda rápida fue recibida con entusiasmo por todos, sin distinción de edad ni estrato social. La fast fashion democratizó el estilo, defienden algunos. Peor lo único que consiguió es devaluar nuestra percepción de la ropa, presentándola como desechable. Es una idea perversa: una prenda se abandona no porque deja de ser útil sino porque ya no es tendencia, no tiene un valor social.

Con el cambio de siglo, aparecieron otras empresas aún más aceleradas y corrosivas. Una moda ultrarrápida nacida al calor del big data y las redes sociales, que llegan a presentar en sus tiendas online hasta mil nuevos modelos diarios, con precios muy bajos que, incluso, dejan pagar en plazos.

Acostumbrados a precios bajísimos, muchos compradores han interiorizado la creencia que todo lo que está por encima de un determinado precio está inflado. O peor: si pagamos algo más que una miseria es que nos están timando. Lo barato ya no es una opción, es un derecho.

La moda rápida se ha ganado merecidamente su fama gangrenosa. Es la responsable del desprestigio del sector, y se perciba como superficial y contaminante. Pero las prácticas para la producción de prendas de lujo pueden ser igual de reprobables.

En la segunda mitad del siglo XX, comprar se institucionalizó como acto simbólico. No es una economía de productos, sino de sensaciones y emociones (compramos para parecernos a alguien, dar envidia…). La publicidad nos dice que nuestra felicidad depende de lo que compramos. No poder comprar algo nos frustra, es humillante.

La compra compulsiva u oniomanía es un trastorno asociado a la ansiedad y la depresión. Provoca urgencia, luego euforia y, finalmente, vacío. Una moda justa invita a seleccionar en lugar de acumular, desacelerar en vez de incrementar, ignorar la presión. Y es que sentirse satisfecho con la propia vida es malo para el negocio.

Frente al consumo compulsivo que provoca explotación, contaminación, sufrimiento, debemos optar por una compra reflexiva, concebida como un momento de compromiso.

Los números hablan

La moda es una industria que genera contaminación ambiental (aire y agua), explotación laboral (sobre todo, mujeres), un exceso de consumo (apenas usamos un 20% de la ropa que compramos), exceso de producción (si continúa el actual ritmo los efectos en el planeta serían devastadores), en Europa se compran muchas prendas, que no tendrán más de diez usos de media.

En definitiva, prendas nuevas (con el esfuerzo, sufrimiento y esfuerzo para confeccionarlas) que jamás se vestirán, terminarán quemadas, enteradas o enviadas a un país lejano que no las quieren, pero cuyo gobierno se rinde a cambio de acuerdos económicos ventajosos.

La importancia de las palabras

Hoy el término sostenibilidad no significa nada.  A finales de los ochenta, sostenible se definía aquello que se puede mantener en el tiempo sin causar daño al medio ambiente ni comprometer a las generaciones futuras. Pero cada marca lo ha entendido a su manera, como ha ocurrido con ecológico.

Las regulaciones actuales resultan insuficientes para precisar qué es ético y qué no. Falta un código común que definan esas prácticas éticas. La quema o el enterramiento de las prendas es consecuencia de una mentalidad basada en el principio reprobable de que resulta más barato producir de más y luego destruirlo que arriesgarse a vender menos. Es una actitud que arrasa con los recursos naturales.

Tres retos

Hace décadas la gente conocía a quienes confeccionaba su ropa; por lo tanto, los consumidores no podían hacer la vista gorda. Hoy ha cambiado, no conocemos a los trabajadores ni sus condiciones de trabajo. Se debe sospechar de una industria que desde su invención fue un negocio manejado con pocos escrúpulos, sostenido en parte con mano de obra esclava, penitenciaria e infantil. Al producirse lejos de nosotros, todo lo feo se nos oculta. Pero además del consumidor, también muchas empresas -el 42%- no saben dónde ni quién fabrica su ropa. La gran mayoría de ellas no son propietarias de sus fábricas, y las subcontrataciones dificultan el control de las condiciones de trabajo a lo largo de la cadena de suministro.

Existe un consenso sobre los pilares innegociables de una moda más ética:

ü  Bienestar social. Los trabajadores deben llevar una vida digna, con sueldos apropiados y condiciones de trabajo seguras y confortables.

ü  Bienestar animal. Ningún ser vivo debe sufrir maltrato ni abuso.

ü  Bienestar de la Tierra. Un uso sensato y consciente de los recursos naturales. Reducir y reparar el daño causado en los ecosistemas, y evitar que este aumente.

Las mejores prácticas surgen de empresas con un tamaño pequeño o mediano que combinan tecnología innovadora y buen hacer tradicional, emplean materias trazables, apuestan por un diseño circular y evitan despilfarros.

Primer reto el trabajador

Una firma de moda tiene obligaciones explícitas e implícitas. La más evidente es ofrecer el mejor producto posible al cliente. Un diseñador no tiene la obligación de dar el precio más barato posible, sino el más honesto y responsable para con el planeta y los trabajadores. Una marca debe proteger la ilusión de ser digna de perdurar. No basta con hacer ropa bonita, también debe atender al mundo en el que uno vive. Sin ese compromiso no se hace moda sino entretenimiento.

Una obligación implícita de la marca es ejemplarizar, servir de modelo para otros. Pero, hoy, muy pocas marcas practican la contención, el mantenerse en una dimensión limitada pero firme por miedo a volverse invisibles.

Conocer realmente una marca exige observar dónde y cómo se hace su producto. Las cadenas de suministro poco claras y con prioridades agresivas -rapidez, cantidad y efectividad al coste mínimo- son uno de los grandes problemas de la moda. Debido al volumen y ritmo de trabajo vertiginoso, las marcas recurren a menudo a la subcontratación. Esto provoca que todo suceda lejos de cualquier marco legal; el trabajo es a corto plazo, a salto de mata y con horas extras. Esa parte del proceso queda fuera del control de la marca. Esta intuye que pueden darse irregularidades, pero se hace la sueca, y, por lo tanto, fallan en su misión de proteger al trabajador.

La casa de suministro ideal sería una lo más corta posible, con proximidad geográfica, un diálogo directo entre marca y fábrica y unos valores compartidos. La realidad, sin embargo, la configuran talleres fantasmas que no constan en ningún registro. Fábricas con condiciones insalubres de trabajo, de tal manera que más que fábricas son jaulas. Estas ponen en peligro la vida de los trabajadores con incidentes y accidentes frecuentes; además, las trabajadoras sufren acoso sexual. En definitiva, se vulneran los derechos laborales de los trabajadores.

En 2013, el hundimiento del edificio Rana Plaza, en Bangladesh, mato a más de 1100 personas e hirió a más de 2500. Su impacto supuso un antes y un después; a partir de ese año surgieron movimientos globales y campañas para la reforma sistémica de la industria y más de 200 empresas firmaron un acuerdo para mejorar las condiciones de salud y seguridad en los centros de trabajo.

La OIT señala 30 países donde se práctica la explotación infantil y de minorías étnicas. Pero no todo esto ocurre en las fábricas, muchos trabajadores se ganan el jornal desde casa. Pero las condiciones tampoco son las deseadas: se paga muy mal por artículo y la fábrica se ahorra los costes que implica la ocupación presencial.

El porvenir de la moda pasa por proteger a los trabajadores, con el reconocimiento de unos derechos básicos: un sueldo fijo, calendarios sensatos que garanticen el descanso y la seguridad. Además, esas grandes firmas podrían actuar como defensores de los trabajadores y presionando con su poder a los gobiernos para que establezcan leyes de protección social.

Segundo reto: los animales

Los animales son obreros perfectos: resignados, mudos y obedientes. Así millones de animales mueren por su piel, su lana, sus plumas o su pelo, viven en condiciones de hacinamiento donde desarrollan heridas y enfermedades, se los trata como objetos de usar y tirar, ya que, cuando no se les puede sacar más provecho, se los mata.

El maltrato de la moda a los animales es terrible, persistente y variadísimo: sufrimiento estresante, rendimiento agotador, explotación descarada, tortura arbitraria y muerte rutinaria.

Ejemplos como la obtención de la lana merino, el plumón, la piel de ángora, la de serpiente, de caimanes, el uso de pieles de perro y gato en China, las 500000 focas que se matan cada año en Canadá y Groenlandia, muestran la crueldad del maltrato animal en el mundo de la moda. Por otro lado, tuvimos que sufrir una pandemia para que las autoridades se den cuentan del gran peligro que es la manipulación tosca de esas vidas animales.

Otro caso flagrante es el del cuero. El colmo es cuando se pretende convencer de que usar ese cuero es hacer un favor al medioambiente, puesto que esa piel se tiraría de todos modos. No es así, el cuero es rentable por sí mismo. Innumerables terneros machos recién nacidos son sacrificados porque proporcionan carne y pieles codiciadas. Otro argumento para el rechazo al cuero es que es altamente contaminante su transporte y las toxinas que desprende su curtido con cromo (el 90% de los trabajadores de las curtidurías mueren antes de los cincuenta años.

En definitiva, la ganadería industrial es una de las grandes plagas morales de nuestra época, una máquina de sufrimiento constante. Un producto confeccionado con la materia prima de un animal implica un gran dolor innecesario.

Tercer reto: la Tierra

Los excesos de la moda recaen también sobre los suelos y los océanos. El coste de la avaricia sin control es nuestra propia existencia. El teñido y el acabado son los dos procesos más contaminantes y que más energía requieren en la confección de una prenda. En muchos países con escasa regulación los vertidos de las fábricas, una mezcla de productos químicos cancerígenos, sales, disolventes y metales pesados, se vuelcan directamente en ríos y arroyos. El resultado: bajan los niveles de oxígeno en el agua y mueren la flora y fauna acuáticas.

Esas sustancias tóxicas no desaparecen, así muchas llegan a la cadena alimentaria, acumulándose en nuestro cuerpo y aumentan el riesgo de padecer afecciones. Los trabajadores de las fábricas enferman por no tener los equipos adecuados.

En los países en desarrollo donde no hay ningún control sobre esos vertidos, han surgido organizaciones que vigilan estas prácticas, políticas medioambientales y empresas biotecnológicas que trabajan para lograr tintes no tóxicos.

El caso más evidente de contaminación es el de la fabricación de unos jeans, la prenda más popular del planeta y la más contaminante (se necesitan 8000 litros de agua para producir un solo par).

Los casos de empresas que emplean procesos más respetuosos y emplean innovaciones para disminuir brutalmente la energía y químicos en su fabricación son muy minoritarios.

Pero también en el lavado de estas prendas se produce contaminación: los microplásticos que sueltan los tejidos sintéticos al lavarse -ya en nuestra casa- representan el 35% de la contaminación de los océanos.

Resulta imprescindible invertir para reducir esa contaminación. También se debe sustituir la agricultura industrial, una de las principales causas del cambo climático, por una agricultura regenerativa, que trabaja adaptándose a la naturaleza en lugar de intentar controlarla. Esto supone, por un lado, no utilizar pesticidas, fertilizantes artificiales o el monocultivo, que destruyen la biodiversidad, y, por otro, mezclar diferentes tipos de plantas en un mismo campo mezclados con, por ejemplo, algodón. Esos cultivos permiten que los animales pueden alimentarse y de paso fertilizar los campos con abono. O se pueden vender como una cosecha adicional para complementar los ingresos. La idea es recuperar lo lento, lo ancestral y lo simbiótico.

Las materias primas

Los orígenes más comunes de los textiles son vegetales (lino, cáñamo), mineral (oro, fibra de vidrio), animal (lana, seda) o químico (poliéster nailon). La clasificación sencilla como: naturales, buenas; sintéticas, malas, no existe. Natural no es sinónimo de sostenible, ni sintético de dañino.

Para elegir el mal menor es crucial conocer el origen de lo que compramos: dónde se cultiva o crea la fibra, cómo se procesa, en qué volumen se produce y cómo se distribuye. Los tejidos dicen mucho de su marca; son donde más se lee su temperamento.

La marca tiene la responsabilidad de informarnos. Como consumidores podemos y debemos preguntar. Si no nos dan una respuesta fiable, no compremos.

Hay que tener cuidado con las etiquetas, estas a veces mienten. El Made in solo se refiere al acabado final. En un estudio de 2019, en un 41% de los casos, lo escrito no coincidía con el resultado. Que aparezca la palabra ecológico no significa que podamos sentirnos satisfechos de haber comprado bien. Como clientes solo podemos guiarnos por dos herramientas: una, la confianza que le tengamos a la marca por su reputación y precedentes; la proximidad y la información precisa son un buen síntoma. La otra son las certificaciones oficiales, que fijan las buenas prácticas de las empresas. Su veracidad no es infalible, pero son la solución menos mala.

Si la prenda lleva algunos de los muchos sellos que existen (GOTS, NFS, Cradle to Cradle), es más probable que la marca sigue buenas prácticas. Pero hay excepciones como The Better Cotton Standard que mintió en cuanto a la cantidad del algodón orgánico producido. Así en 2020 se denunció que más de 20000 toneladas de algodón de India habían sido certificadas falsamente como orgánicas.

A continuación, se ofrece una breve lista de textiles, ordenados de más aconsejable a malísimo:

ü  Bien: fibras recicladas creadas con material de desecho: el algodón o el poliéster reciclados. Fibras vegetales con bajo impacto medioambiental: el lino orgánico, el cáñamo, bambú… Fibras semisintéticas con bajo impacto ambiental: el lyocelll, producido con eucaliptos de bosques. Econyl, un tipo de nailon 100% reciclado. Fibras de origen animal producidas de manera sostenible y con un trato respetuoso: de oveja, cabra, conejo, buey, almizclero, antílope… Por norma general, a más volumen de producción más poco probable es que cuiden al animal como merece. Otra pista: el precio. Sospechemos de lo barato, aunque lo caro tampoco es garantía de bienestar animal. Para saber si una granja es fiable no hay otra que ir caso por caso. Debe ser transparente e informar detalladamente, si permite visitarla y todo se puede ver, es una buena señal.

ü  Mal: algodón. Hoy el algodón orgánico prescinde de productos químicos, pero sigue necesitando mucha agua. Lana merino y otras lanas sin certificar, al maltrato animal por la cría intensiva se añade la emisión de gas metano y el sobrepastoreo, que provoca la desertificación del terreno. El cuero y el cuero vegetal, que no deja de ser poliéster, con toda la contaminación que este implica. Fibras sintéticas. La principal es el poliéster, el 525 de las prendas que se producen tienen esta materia en su etiqueta. Es altamente contaminante y consume mucha energía para su producción. Lo mismo sucede con el nailon, la licra, las clorofibras…

Más triste es robar

El problema de la copia es el único que tiene una solución relativamente sencilla: se solventa explicando públicamente dónde se inspira uno. El proceso suele ser siempre: encontrar una prenda que me gusta y que no sea conocida. Confeccionar una reproducción literal. No constatar de dónde he sacado ese diseño tan concreto. Ganar dinero con él, pero la persona o comunidad de donde la saqué no ve un euro de los beneficios.

En cambio, si una marca se informa del contexto de la prenda y la transforma con ingenio en algo nuevo, lo dota de una nueva capa de significado. Es lo que se ha hecho siempre: observar y reinterpretar.

Marcas de todo el mundo imitan diseños de creadores independientes y de colectividades con pocos recursos y ningún altavoz. Es difícil que se castigue esta práctica a no ser que se revise a fondo la legislación sobre propiedad intelectual, ya que los procedimientos son largos y costosos y los particulares no pueden pagarlos.

La cultura evoluciona a base de mezclas y yuxtaposiciones entre civilizaciones. En definitiva, es mejor trabajar con honestidad, cooperación y transparencia, en un proceso donde todas las partes ganen.

Un antes y después

El parón de la pandemia demostró que no echamos de menos los objetos sino a las personas. Necesitamos socialización, sencillez, un ritmo sosegado y paralelo a las estaciones del año.

En la moda se empezó a cuestionar un sistema que todos daban por bueno. Muchos diseñadores llevaban años queriendo escapar de un sistema de colecciones y ventas tiránico. Los creadores recurrieron a lo que tenían a mano, los remanentes y telas sobrantes de colecciones anteriores (deadstock). Mejor que la estimulación continua del público es buscar lealtad y una relación a largo plazo con un comprador maduro y reflexivo.

Pero, pasados unos meses las firmas han vuelto al modelo anterior: presentaciones, ferias, exhibiciones de poder. Al cierre del año el textil bajó un 25% de sus ventas en todo el mundo. La situación dejó un doble recordatorio: quien prioriza su propio beneficio te dejará tirado; cuanto más cerca esté el productor, mejor. El futuro en Europa parece ir a una manufactura más próxima, menos stock y peticiones personalizadas, colecciones pequeñas y atemporales. Para un diseñador es un alivio establecer una relación de igual a igual con su fabricante y poder visitar cuando quiera el lugar donde se hace su ropa, sin avisar, sin encontrarse con escenas dantescas ni embustes.

Durante la pandemia, la compra de moda online aumento en Europa un 20%. Se echaba de menos las tiendas físicas y los sentimientos y recuerdos que despiertan en el comprador. Sobrevivirán y prosperarán los comercios que encarnen el carácter de un barrio y la peculiaridad de una ciudad. Buscaremos una conversación, un aprendizaje, una conexión.

La ropa también tiene una faceta valiosa. Emociona, reivindica, propicia el diálogo, puede ser muy bella. La moda justa propone caminos menos transitados: ensalzar lo pequeño, valorar lo que ya tenemos, celebrar la fidelidad a una marca, distinguir cuándo el deseo es ansia y cuándo alegría. Pensemos en un armario sostenible en el que sepamos de dónde viene exactamente cada prenda que poseemos. Las preguntas que debemos hacernos son: ¿qué me ha sido dado? ¿Qué puedo dar yo a cambio? Y empecemos a contribuir.

Segunda parte. Las propuestas

La sostenibilidad es un pacto entre la calidad y el respeto. La voracidad nerviosa, el antojo barato, desechar sin más; todo eso sí es una moda reciente. La sostenibilidad no supone un cambio sino un aligeramiento que debemos hacer no por nosotros sino para dar ejemplo a los niños y nos observan atentamente.

Replantearse el modelo de industria textil es replantearse el modelo de sociedad que queremos y examinar lo peor de nuestra condición: la impaciencia, la envidia, las apariencias. Hoy ser pobre en Occidente se refiere a los consumidores expulsados del mercado. Ante cada tentación es útil preguntarnos si nos acerca al bien común o solo a nuestro placer. De cada tres prendas producidas se vende solo una. Por eso la prioridad no es solo reducir las cantidades fabricadas, sino pasar de un planteamiento lineal -donde hay un final y un residuo- a uno circular- donde todo se aprovecha.

La única prenda realmente ecológica es la que no se fabrica. Basta con usar muchos años lo que ya tenemos, redescubriéndolo. Así, con el uso de diez años de una prenda hemos neutralizado su impacto ecológico. Pero el compromiso no debería ser diez, sino como mínimo veinte. Si debemos comprar, que sea con prudencia y mirando muy bien a quién, pagando un precio justo a una firma fiable.

Desacelerar

No comprar tanto es pura sensatez. Comprar menos es una decencia básica, es la forma de saber si estamos ante una persona comprometida con el medio ambiente.

Casi nadie sabe muy bien de qué va lo sostenible en la moda. Deciden y compran según si la prenda les gusta y la pueden pagar. Por eso lo ecológico debe ser bonito y deseable: nadie va a renunciar a la calidad o a la estética en favor de un discurso. La gran tentación es la compra online, que está diseñada para el exceso. Todo bien facilito y sin fricciones: variedad de elección, servició de devolución con el impacto medioambiental que tiene. Se devuelve alrededor del 30% de las prendas que se han comprado online. Se el cliente la devuelve se recoloca en una tienda o acaba en un outlet. Algunas marcas optan directamente por tirarlas. Así de escandaloso. Desechar les sale más a cuenta que la logística de la devolución.

Los pequeños están dando ejemplo. Las marcas nativas digitales apuestan por colecciones limitadas para reducir riesgos. Producen bajo demanda, establecen relaciones duraderas con su comunidad, están centradas en lo específico, en la trasparencia y el respeto, buscan un equilibrio que les permita vivir de lo suyo si que les cueste la salud. Y es que las marcas pueden marcar el ritmo que les dé la gana, a eso ayuda tener un producto muy deseado.

El marketing de la moda ha ido cambiando sus protagonistas. Primero fue el artículo, luego el espacio de venta, después el cliente y ahora en el centro solo puede estar lo más obvio: la protección del planeta en que vivimos. Sin planeta no nos queda nada. La conciliación entre lo que necesitamos y el uso de los recursos naturales de la Tierra no es una quimera. Se trata de subordinar lo económico a favor de lo simbólico.

Cuidar es subversivo

Antes, cuando se compraba algo tenía que durar décadas. Cuánto más usábamos un objeto, más afloraba su encanto. Se conservaban las cosas también por solidaridad: si uno rompía algo perjudicaba al de al lado. Reforzar antes de que se rompa, reparar la grieta pequeña, preparar para el siguiente paso. Nuestros padres, aunque no lo consideraban eran personas creativas: sabían resolver con medios limitados.

Hoy la mayoría de los jóvenes ni se plantean coser. Les parece un retroceso, una perpetuación de los roles tradicionales de género. Sin embargo, las habilidades siempre juegan a nuestro favor: es útil saber de todo. El conocimiento es un modo de defensa.

Arreglar la ropa es ir a contracorriente. Interesa que compremos continuamente. Pero rehabilitar implica autosuficiencia, concentración y paciencia. Si algo requiere nuestro esfuerzo lo valoramos más. Es menos probable que lo consideremos desechable. En la fragilidad del objeto vemos la nuestra.

No es posible remedar mientras miramos el móvil, pero sí conservar. Puede ser una práctica meditativa o participativa, donde se compartan secretos y trucos. El verdadero patrimonio no solo es el objeto sino también el aprendizaje.

La reparación real reta y estimula. En España existe una tradición costurera y bordadora erudita, de mujeres anónimas que creaban maravillas sin que nadie, solo su entorno, lo supiera. Sin prisas, sin presión y sin público. Les petits mains de un taller de alta costura elevan esa sabiduría popular a la categoría de arte.

En crear algo desde cero con las propias manos (tejer un jersey) hay un gozo y un tiempo dilatado. Podemos idealizar la experiencia autodidacta, que la comprar no iguala ni por asomo. Además, solo arreglamos lo que apreciamos.

Los cuerpos dejan huella en las prendas. En el remiendo hay un paralelismo entre cuidar de un cuerpo y cuidar de una prenda. Muchas artistas en los años setenta optaron por restaurar. Y es que restaurar requiere más paciencia, tiempo y dinero que comprar algo nuevo. No siempre cómo hacerlo, requiere de materiales difíciles de encontrar, técnicas y herramientas, y un artesano que las domine. No hay protocolos ni manuales, sino experiencia e intuición. La pérdida y desaparición de oficios y artesanos supone que se pierda parte de nuestra cultura.

Optar por la artesanía en la moda es la respuesta más interesante al consumo vacío. Es singularidad y humanismo. Sublima los materiales más bellos de la tierra y crea vínculos duraderos. En definitiva, lujo es lo que se puede reparar.

Segundo acto

Vestir de segunda mano ya no es un estigma ni una extravagancia. No es nada nuevo en la historia de la humanidad ser el segundo dueño de algo. De ahí que importa comprar bien. Explorar ya no implica ser pobre, excéntrico o avaro, sino tener buen ojo y ser espabilado. Lo relevante en la búsqueda en una tienda de segunda mano es la curiosidad, entrenar el ojo.

Otra cosa son las boutiques de vintage, muchos menos comunes, que requieren una economía boyante. Están ubicadas en grandes ciudades -París, Londres, Los Ángeles…- y buenos barrios, porque van asociadas a una vida social intensa. En ellas se encuentran piezas únicas, anónimas o firmadas descartadas por mujeres bien. Una aparición de Emma Stone vestida de vintage lograr más por la segunda mano que decenas de artículos en prensa.

Ambos espacios (tiendas de segunda mano pop o vintage opulento) tienen una intención clara, con una escenografía que evoca e invita. Para hacer deseable una prenda hay que empezar por presentarla bien al mundo.

Las alumnas aventajadas del mercado de segunda mano han sido las plataformas online, nacidas hace apenas veinte años. Tomaron cuatro buenas decisiones: centrarse en marcas que fueran un valor seguro, trascender las temporadas, permitir pagar a plazos y facilitar al máximo la logística a vendedores y compradores. Estas webs supieron sacudir la posible vergüenza absurda que a alguien le pudiera quedar, popularizaron la expresión pre-loved (más fina que segunda mano) y entendieron perfectamente el mecanismo mental de los caprichosos: vende lo que te aburre, y con el dinero que ganas comprarnos más lujos en buen estado. Destaca Display Copy, en cuya revista no aparece una sola prenda nueva.

Navegar por estas webs nos enseñan inutilidades tales como que:

ü  La mayoría de clientes quiere marcas de moda en ese momento, o bien clásicos: Gucci, Chanel... Si a uno le gustan outiders como María Cornejo o Lemaire, o si no se tiene ni idea se puede ir a un básico. En todos esos casos esas compras pueden requerir cierta inversión, pero si se eligen bien quedarán amortizadas. Una buena prenda de segunda mano sigue ganando en calidad a una nueva de fast fashion.

ü  Hay muchos expertos bursátiles, aunque sean minoría, pero estos especuladores siempre andan al acecho de lo escaso. No sienten pasión por nada, solo por el dinero.

ü  Estas webs hacen las veces de comunidad, y reúnen a locos de lo minoritario y lo específico. Y provocan carambolas felices ya que el producto acaba en manos de alguien que lo desea y lo entiende de verdad.

ü  Es útil llevar apuntadas nuestras medidas porque el mundo del tallaje es una entelequia.

ü  Antes de internet, muchas prendas y marcas estupendas se perdían para siempre; hoy disfrutan de una segunda oportunidad. Así el 62% de prendas y accesorios de las webs aparecen etiquetados como casi nuevos o nuevos.

ü  Hay que buscar indistintamente en las secciones de hombres y mujeres. Es más útil un criterio limpio de convenciones, que preste atención al corte y al tejido.

ü  Mirada de escáner para detectar fallos, tachas. Un buen comprador siempre es un poco pesado.

Las marcas exclusivas pasaron de percibir el comercio web como una amenaza a un mecanismo de ganar clientes. Sirve al cliente para familiarizarse con la firma y su calidad sin gastarse una fortuna. Si la calidad le gusta, quizá se anime a comprar uno nuevo la próxima vez. Estamos ante un cambio de paradigma donde lo novedoso no es estrenar, sino saber encontrar.

Pero comprar de segunda mano sigue siendo comprar. Y acaba produciendo residuos. El criterio que debe prevalecer sigue siendo adquirir lo mínimo, poner en cuarentena el capricho y destinar el presupuesto a la mejor pieza posible.

Cita con el sastre

Una prenda a medida se adapta perfectamente a nuestro cuerpo. No es un servicio barato, ya que requiere muchas horas de trabajo y un material de primera. A cambio se obtiene una prenda literalmente única en el mundo. Se trata de hacer números y dividir el precio por los años de disfrute. Siempre salen las cuentas.

La sastrería no está limitada a la formalidad de trajes y camisas. Una nueva hornada de diseñadores jóvenes ofrece una vía económica, con formularios en línea con instrucciones detalladas para tomar nuestras medidas y especificar detalles como la longitud y preferencia de colores. En una semana (el sastre suele tardar dos meses) llega la prenda.

Arreglarse la ropa a medida es una tarea práctica y liberadora. Con el comodín del arreglo uno empieza a mirar cada prenda con otros ojos. Buscar, modificar y hacer nuestro lo que ya existe es divertido, supone un corte de mangas a esta economía serializada de opciones determinadas.

Adónde va lo que reciclamos

Antes no se tiraba la ropa. Todo pasaba de familia a familia o de vecino a vecino, se entregaba en la iglesia o en la Cruz Roja. A partir de los años ochenta hubo un profundo cambio profundo y se abandonó esa cadena solidaria local.

Nos alivia imaginar una segunda vida para la ropa que desechamos: pensar que la vestirá alguien que la necesita o que el dinero de su venta se destinará a causas sociales. Donar es una buena acción. La realidad, por desgracia, no es tan romántica.

El 80% de ropa que el primer mundo desecha acaba en otros países (Togo, Ghana, India, Pakistán…). Esto no solo provoca contaminación, sino que impide el desarrollo de la industria y diseño locales. EL 20% restante está formado por lo más vistoso, que acaba en las tiendas de segunda mano de nuestras calles; lo que está en peor estado, se elimina; y los artículos que se pueden reciclar suponen solo un 1%. Es decir, un mísero 1% del total de ropa que desechamos se transforma de nuevo en prendas de vestir. Muy pocos artículos son diseñados teniendo presente su posible segunda vida. En 2025, los países de la UE estarán obligados a establecer una recogida específica de productos textiles de origen doméstico.

El método Kondo es tramposo. Eso de deshacerse de lo que no hemos vestido un año no es aceptable. Hay prendas que llevamos mucho tiempo sin ponernos, pero son maravillosas y queremos conservarlas. El mejor destino de una prenda es aterrizar en una casa donde la quieran, de ahí que sea mejor regalar o intercambiar entre amigos antes que donar.

Prêt-à-louer

La opción de alquilar ropa perpetúa una actitud caprichosa de ahora quiero esto, ahora lo otro. Está pensada para personas que no quieren repetir ropa. Sin embargo, nada hay más placentero que usar algo de calidad durante años. Es una rebeldía minúscula, pero definitiva.

El alquiler tiene en su contra dos importantes inconvenientes: un desarrollo de la logística deficiente, que genera prácticas poco ecológicas y sostenibles. El otro es la sensación de que el alquiler no enseña a cuidar el planeta, tiene un algo de todo vale. Es difícil renunciar al sentido de posesión, por eso las plataformas que alquilan ropa de segunda mano ofrecen una opción de compra de la prenda por una fracción del precio original.

Lavar menos

Lo higiénico es tan relativo como las recetas caseras o el encanto de los bailes regionales. En moda se ha afirmado que ser limpios implica lavarlo todo casi a diario, es mentira. Solo se debe lavar a menudo la ropa que está en contacto estrecho con el cuerpo. Muchas prendas se desechan antes por los daños causados por el lavado excesivo: colores desteñidos, deformaciones o encogimiento. Existen cuatro motivos para lavar mucho menos: el ahorro de agua, la ropa no lo necesita, la ropa se mantiene perfecta mucho más tiempo y cada lavado que no se realiza evita la contaminación del océano.

Es mejor ventilar al aire libre, cepillar, guardar como es debido (protecciones antipolillas, fundas adecuadas, perchas robustas) e ir con cuidado. Intentar no mancharse, ante todo.

El pantalón tejano o jeans es el demonio, la mitad de las microfibras en el océano y en el agua que bebemos viene de los vaqueros. Cada vez que se lavan sueltan 50000 partículas. Una prestigiosa sastrería inglesa, Savile Row, afirma que un traje a medida no se lava. No se toca. Jamás se vista varios días seguidos: hay que dejar descansar al tejido. Se cepilla y se deja en paz.

Aprender a elegir

Entender el valor de algo bien hecho es una enseñanza que sirve para todo en la vida, no solo para la ropa. Comprar bien es cuestión de cultura y ética. El estilo aparece cuando una persona somete la moda a su propia personalidad. Se debe pagar por la calidad, no por el marketing.

El mensaje de la moda sensata es comprar muy poco y elegir con mirada analítica. No debemos volvernos locos ni dejarnos llevar por marcas o logos. El reto no es ahorrar, sino esquivar los números rojos.

El reto no es ahorrar sino esquivar los números rojos. Cuando no se dispone de muchos medios es el momento de avivar la curiosidad y el ingenio, espabilar y, a través de nuestras elecciones, prosperar. Vestir con corrección abre muchas puertas. Puesto que el dinero cuesta tanto de ganar, uno debe mirar muy bien a quién se lo da. Obviamente es más fácil comprar moda justa con una renta alta.

Un guardarropa sensato va ligado a la elección de piezas atemporales que sigan siendo interesantes a lo largo del tiempo. El cuerpo cambia y las prendas ajustadísimas tienen fecha de caducidad. Si queremos un mundo insostenible, debe existir opciones de patronaje implacable para cuerpos gordos y delgados, además de todo el espectro de diversidades funcionales.

El objetivo final es un armario que sea la historia de nuestros afectos, con muy pocas prendas de calidad. La durabilidad emocional es proporcional al apego que sintamos. Llevar el jersey que nos hizo nuestra abuela, o una camisa con la que hemos viajado por todo el mundo, no tiene precio.

Desconfiar

Muchos sondeos no dicen la verdad. Algunos llegan a hablar de hasta un 73% de españoles que no compran ciertos productos por motivos éticos o de sostenibilidad, lo que no se corresponde con las colas para comprar en Zara y Mercadona.  Además, es un consumidor que no se preocupa por buscar información de los productos, quieren que se la den y eso nunca va a ocurrir, ya que es uno el que debe buscarla sino quiere que le engañen. Y hay quien piensa que se puede tener algo bueno, bonito y barato a la vez. En la moda, lo bien hecho conlleva un precio. Sin excepción.

Para comprar hay que ir lupa en mano. No hay marcas perfectas, sino marcas más o menos responsables. El 40% de las promesas medioambientales que las firmas anuncian nunca llegan a cumplirse.

Retorno al pasado

La pandemia puso en evidencia las ventajas de un tejido industrial de proximidad y de proteger los oficios como el legado inmaterial que son. La tarea juiciosa, autónoma y sabia del trabador manual, que trabaja de espaldas al reloj y que vuelva su energía e identidad contrasta la labor uniforme y acelerada del operario de fábrica y una industria en la que no hay lugar para lo personal.

Hasta el principio de los años noventa se desarticuló la producción local en busca de mano de obra más barata en países subdesarrollados. Así, en EEUU, en 1991, se pasó del 56% de la ropa fabricada localmente, al 2% en Europa en 2012. Esto provocó que cada país haya buscado su propia forma de diferenciarse. Francia tiene la alta costura, Italia el prêt -a-portèr y España la fast fahsion y una tradición artesana de la que presume muy poco.

Recuperar la industria europea tal como fue un día es ya imposible, pero al menos se puede devolver a las factorías que quedan el estatus que merecen. La visibilidad es respeto. Las fábricas tienen unas credenciales (historia, experiencia, agilidad, ingenio) que deberían ser el orgullo de la industria de la moda. Los clientes deberíamos empezar a admirar al fabricante tanto como al diseñador.

Conclusiones

No hay marca perfecta. No hay materia prima sin su inconveniente. No hay vidas sostenibles impolutas. Priorizar radicalmente nos vuelve lúcidos y despeja el horizonte de opciones. Anteponer la responsabilidad empática al impulso placentero es mucho más reconfortante de lo que parece.

Cuando una marca lo hace bien hay varias maneras de apoyarla, y no todas requieren dinero. Basta hablar de su proyecto a otras personas. Incluso puedo hablar con la propia marca, pues con una marca mediana o pequeña se puede hablar con claridad y sinceridad.

Para obtener el estatus de auténtica, una marca debe tener una historia y respetarla: es cultivar unos valores desde el inicio y trabajar cada día para que sigan vivos. Honrar la herencia, lo que no es incompatible con adaptarse a los tiempos. Pero la esencia debe estar siempre por encima de la modernidad.

Las mujeres lideran el camino hacia una moda más justa, saben que la transformación real pasa por reducir la escala de todo el sistema, legislar, estandarizar y lograr la circularidad y trazabilidad ayudados por la tecnología. En definitiva, lograr la transición de una economía de crecimiento a una sociedad de preservación. Fashion Revolution o McKinsey y Business of Fashion publican cada año su clasificación de las principales casas de moda en función de sus políticas e impactos ambientales y sociales.

La sostenibilidad no es un asunto estanco de un departamento concreto. Debe estar en el corazón mismo de la marca. Quienes trabajen con tenacidad, buen gusto y honestidad recibirán -tarde o temprano- una respuesta del cliente. Cuando se crea algo distinto se atrae personalidades fuertes, y esas son las interesantes. La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible comparte objetivos con los de la moda justa: protección de la biodiversidad, industrialización inclusiva. Las acciones ya las sabemos, ahora falta aplicarlas a través de un proceso de educación y esfuerzo.

El decrecimiento es una obligación, debemos decidir si lo haremos por las buenas o por las malas. O tomamos medidas y anticipamos problemas o miramos para otro lado hasta que la realidad nos obligue a actuar. Pueden manipularnos, pero sabemos informarnos.

Glosario de términos sospechosos

Armario. El armario ideal es escueto y claro, todo se encuentra rápido y todo está listo para ser vestido (aireado, planchado, sin manchas, sin botones flojos, fundas, protecciones, productos antipolillas).

China además de producir y abastecer, quiere estar a la cabeza del diseño. Nuestra envejecida y prejuiciosa mirada europea observa el proceso con recelo, como si a ellos les faltase gusto o historia o tradición artesana.

Comité. El Fashion Pact, que participó en la reunión del G-7 de 2019, y al que se unieron decenas de marcas para avanzar hacia una moda más sostenible, resultó una mera declaración de intenciones.

Criptomoda. Se pueden comprar prendas de manera virtual y enseñarlas por medio de fotos. Estas prendas no se gastan, ni huelen mal ni contaminan al desecharse.

Diálogo. No resulta aconsejable que una marca quiera dialogar con los clientes. El cliente es exigente y obediente, examina, decide, paga y vuelve periódicamente. Ha dado su confianza y más vale no fastidiarla. Nada entristece más que ver a un diseñador con buen juicio rendirse y hacer lo que le piden.

Dólar. Un dólar al día. Es lo que ganan las mujeres que trabajan desde casa en Pakistán y Bangladesh.

Elegancia. No tiene nada que ver con el aspecto, y sí con la educación, el esfuerzo y lo que no aporte al mundo. Imprescindible para vivir en paz en sociedad.

Embajador. Persona famosa contratada por una marca para que encarne unos valores y un estilo de vida. Siempre mediante cheque mediante. Poco fiables.

Equilibrio. Debemos intentar sentirnos como invitados a la Tierra, recordar que vivimos de prestado, esto nos lleva a adaptar una manera más respetuosa con el planeta.

Esclavismo. Sigue existiendo. Está mucho más cerca de lo que pensamos y aparece bajos múltiples formas: trabajo infantil, tareas bajo amenazas e intimidación, ausencia de contratos, horas extras que no se pagan…

Ética. Va siempre acompañada de empatía, reflexión, generosidad, compromiso. Es jugar limpio y hacernos más libres.

Feminismo. La moda es feminista, por ejemplo, ya que ayuda a construir y expresar la propia identidad, puede hacer avanzar la sociedad, se enfrenta al establishment. Pero no lo es, por ejemplo, porque su industria explota sobre todo a las mujeres, porque nos sexualiza, el sistema neutraliza esa protesta empaquetándola, poniéndole un lacito y vendiéndola.

Free Trade Zones. Zonas francas, constituidas como parques industriales con miles de trabajadores, con ventajas tributarias en un país. El maltrato físico y habitual es habitual. Se caracterizan por la explotación laboral y por el maltrato físico de los trabajadores.

Green New Deal. Un acuerdo ecológico entre naciones utópico y radical, ya que busca disminuir drásticamente la contaminación en muy poco tiempo.

Humo. Términos como eco friendly, ecohappy, join life…; sin embargo, las empresas de moda siguen produciendo cantidades ingentes de ropa cada día.

Incoherencia. La siguiente afirmación no se sostiene: “hacer moda a gran escala y respetar el medio ambiente no tiene por qué ser incoherente.

Köpskam. Palabra sueca que expresa la vergüenza de comprar ropa sin necesitarla.

Macrogranjas. Se caracterizan por el daño ambiental, maltrato animal, empleo precario, destrucción de pequeñas empresas, competencia desleal, degradación del medio rural. Indefendibles.

Mega. Todo lo grande nos ha fallado. Se avanza mejor localmente, empezando por lo pequeño.

Mono. Debemos desterrar lo mono de nuestro vestidor y vocabulario.

Neutralidad de carbono. Imposible saber la cantidad de misiones de carbono creadas al producir algo. Además, la idea de compensación provoca la disminución de la culpa sobre la reducción del daño real.

Online. Compren solo en persona. No decidan es mismo día.

Patriarcado. Se basa solo en el crecimiento y el beneficio, sin atender a las consecuencias medioambientales.

Precio. La última razón para adquirir algo. Lo comprado solo porque era muy barato suele ir directo al Rincón del Olvido.

Razonable. Eufemismo con las que las grandes empresas califican el tiempo que dan a sus fabricantes. Otro: flexibilidad, debes cumplir los plazos, pero del sueldo y las horas ya hablaremos.

Reputación. Cuesta años ganarla, y puede perderse en un resbalón. El comprador cada vez distingue mejor la buena fe de la caradura.

RAP. Responsabilidad Ampliada del Productor. En un futuro, el fabricante quedará ligado a toda la vida del producto, también cuando este se deseche. O sea: quien contamine, pagara.

RSC. Responsabilidad Social Corporativa apuesta por que sea el mercado quien ajuste las relaciones entre empresas, sociedad y medioambiente. La vigilancia no recaería en las administraciones sino en nosotros, consumidores informados.

Tiempo. ¿Cuánto tiempo tarda la nuevo en cansarnos?

Vanidad. Hay un placer intimo en escoger algo cuya excelente calidad solo conocemos nosotros.

Vestir bien. No hay una fórmula única. Ayuda conocer el propio cuerpo, ser realista con el tipo de vida que llevamos, tener presente nuestra edad, probar sin miedo o rotar la ropa. En el atuendo debe quedar un espacio para la intuición, la imperfección, la excentricidad y la diversión. Basta un poco de sensatez y un espejo de cuerpo entero en casa.

Introducción

1.       ¿En qué modelo económico se basa el mundo de la moda?

2.       Define moda sostenible.

Primera parte. Los problemas

3.       ¿Qué provocó que la autora cambiase sus hábitos de compra de ropa?

Antes de empezar

4.       ¿Qué podemos hacer ante las mentiras de las grandes marcas y fábricas de moda?

Lo barato como derecho

5.       ¿Por qué al ciudadano le cuesta más el cambio de actitud en la moda?

6.       ¿Qué sentimiento y necesidad busca desencadenar la publicidad en los compradores?

7.       ¿Qué es la compra compulsiva u oniomanía?

8.       ¿Qué implica una moda justa?

Los números hablan

9.       Aporta algún ejemplo que apoye la afirmación de que la moda es una de las industrias más contaminantes.

10.   ¿Dónde acabaran muchas prendas nuevas?

La importancia de las palabras

11.   ¿Por qué los términos sostenibilidad y ecológico no significan nada?

Tres retos

12.   ¿Por qué se caracterizaba el comercio hace décadas?

13.   ¿Cuáles son los tres principios sobre los que se deben asentar una moda más ética?

Primer reto el trabajador

14.   ¿Cuál es en general la situación de los trabajadores y trabajadoras de la industria textil? ¿Cómo podrían solucionarlo las grandes empresas de la moda?

Segundo reto los animales

15.   ¿Cómo es la vida de los animales utilizados en la industria textil? Pon algún ejemplo.

Tercer reto: la Tierra

16.   ¿Cómo afecta la superproducción de prendas de vestir en el medioambiente? Pon algún ejemplo.

Las materias primas

17.   ¿A qué tenemos derecho los compradores como consumidores sobre la fabricación de prendas textiles?

18.   ¿Qué dos herramientas tenemos como clientes para saber que es verdad lo que se pone en la etiqueta de una prenda?

19.   Cita tres textiles aconsejables y tres malísimos para la fabricación de ropa.

Más triste es robar

20.   ¿Por qué es difícil denunciar la copia de modelos?

21.   ¿Cómo evoluciona la cultura? ¿Cuál sería la forma adecuada de trabajar de las marcas de moda?

Un antes y un después

22.   ¿Qué supuso la pandemia en 2020 para el mundo de la moda?

23.   ¿Por qué la ropa tiene una faceta valiosa, emocional?

Segunda parte. Las propuestas

24.   ¿Qué supone replantearse el modelo de industria textil actual?

25.   ¿Cuál es la prenda ecológica? ¿Qué podemos hacer para comprar para reducir la contaminación medioambiental que provoca la industria textil?

Desacelerar

26.   ¿Qué provoca la compra on line de moda?

27.   ¿Qué tipo de marcas y cómo están consiguiendo reducir la producción de prendas de vestir?

Cuidar es subversivo

28.   ¿Por qué resulta antiguo reparar o arreglar ropa? ¿Qué ventajas tiene reparar, arreglar o restaurar?

29.   ¿Qué requiere restaurar?

Segundo acto

30.   ¿Dónde ha alcanzado un mayor desarrollo el comercio de segunda mano?

31.   ¿Cuáles son las cuatro buenas decisiones que tomaron estas plataformas online?

32.   Enumera alguna de las ventajas de navegar por estas páginas webs.

33.   ¿Supone el comercio de segunda mano la solución al problema de la contaminación medioambiental?

Cita con el sastre

34.   ¿Qué ventajas tiene hacerse una ropa a medida en un sastre?

35.   ¿Qué nueva alternativa ofrecen los jóvenes diseñadores en el mundo de la sastrería?

36.   ¿Qué ventajas tiene arreglarse la ropa?

Adónde va lo que reciclamos

37.   ¿Cuál es la realidad actual de la ropa que se produce hoy en día?

38.   ¿Por qué es muy relevante la fecha de 2025?

39.   ¿Por qué el método Marie Kondo es una mentira?

Prêt-a-louer

40.   ¿Por qué rechaza la autora la opción de alquilar ropa?

41.   ¿Cuáles son los dos grandes inconvenientes que tiene el alquiler?

Lavar menos

42.   Cita los cuatro motivos por los que se debe lavar menos las prendas.

Aprender a elegir

43.   Define lo que sería una compra sensata.

44.   ¿Cómo sería el armario ideal?

Desconfiar

45.   ¿Cuál es la actitud que debemos adoptar cuándo vayamos a comprar?

Retorno al pasado

46.    ¿Qué diferencias hay entre el trabajo del artesano y la del operario de fábrica?

47.   Cita algunas soluciones a la producción con mano de obra barata en países subdesarrollados.

Conclusiones

48.   ¿Cómo se puede apoyar a una marca de moda que lo hace bien?

49.   ¿Qué significa ser auténtico?

50.   ¿Quiénes lideran el camino hacia una moda más justa? ¿Cómo?

51.   ¿Qué implica la sostenibilidad defendida y recogida por la ONU en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible?

52.   Explica en qué consiste el decrecimiento.

Glosario de términos sospechosos

53.   Define Criptomoda, embajador, feminismo, Free Trade Zones, Green New Deal, humo, Köpskam, razonable, RAP, RSC, vanidad y vestir bien.

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario