lunes, 6 de junio de 2022

"La palabra libro", artículo de Martín Caparros

En el siguiente enlace de El País Semanal se puede leer el artículo completo de Martín Caparros.

La palabra libro

Libro es una palabra afortunada. Tiene un origen casi tonto —liber, la parte interior de la corteza de ciertos árboles con que se hacía papel— pero un sonido favorable: se confunde con libre, por ejemplo, y se entrecruza. Liber liberat, decía algún optimista, “el libro libera”, por no decir que liber dominat —como hicieron los libros más leídos de la historia, biblias, coranes y demás herramientas de dominio.

Así fue durante milenios, pero todo cambió cuando los libros dejaron de ser objetos sofisticados, excluyentes. Pocas revoluciones en la historia fueron tan decisivas como aquella: la difusión de los textos escritos producida por la imprenta de tipos móviles. La lectura se extendió por Europa, creó una clase letrada que empezó a reclamar más derechos: sin libros es difícil pensar la ilustración, las repúblicas, la modernidad, la sociedad en que vivimos.

Es obvio que los libros nos formaron, nos hicieron. Y mantienen un prestigio indiscutido. Hay libros reveladores, conmovedores, abracadabrantes, y hay libros estúpidos, colecciones de lugares comunes o andanzas banales o técnicas de marketing, y sin embargo todos ellos comparten los privilegios de ser libros: el valor social, las ventajas fiscales, la función de adorno sobaquero.

Y otra vez están cambiando de formato. Los libros llevan 4.000 años buscando sus maneras: fueron tablillas, rollos de papiros, pergaminos atados; después se volvieron papel encuadernado y circularon más. Estos días en Madrid hay feria de libros de feria son, por supuesto, de papel. Pero esa forma, que funcionó durante siglos, está siendo reemplazada por una más contemporánea, más ubicua —y muchos lo deploran.

Los deplorantes dicen, haciéndose eco, que el libro de papel pegado es un invento insuperable. No lo es. La escalera fue un recurso genial para pasar de un plano a otro y sirvió milenios, pero si quiero subir al piso 13º prefiero el ascensor —que, además, me permite mirarme en el espejo.

Los deplorantes no se rinden: a veces pareciera que la forma les importara más que el contenido. Me he pasado la vida entre libros —leyendo libros, escribiendo libros, imaginando libros, desperdiciando libros— y no consigo entender esa nostalgia. Un libro no es un racimo de papel; es un camino de palabras. El libro electrónico —tipo Kindle— fue una liberación: un libro borgianamente infinito, miles de hojas en una sola mano. Era más cómodo, no había que cargar volúmenes ni prender la luz ni pasar páginas y, sobre todo: liberó a los textos de su estrecha relación con la materia. Recordar el tacto, el olor, los colores de un libro de papel es muy folclórico, pero esos efectos materiales no son el texto: son agregados que la industria les superpone y que lo contaminan.

En el libro electrónico, en cambio, solo había palabras, y el soporte no era relevante porque todos los textos tenían el mismo aspecto, mismo tamaño, mismo olor. La materia no interfería en el flujo de las letras: Platón, feliz —y yo, y tantos otros. Pero el libro electrónico también fue superado: ahora esos textos aparecen en la pantalla que uno mire, ordenadores, tabletas o teléfonos. El libro —el texto— se ha vuelto ubicuo, está por todas partes. Esa es la auténtica ruptura, lo que nunca había sucedido: que el libro ya no es un objeto, que ya no existe un objeto libro. Que el mismo texto se puede leer en soportes tan distintos, que el “libro” es una función de todas esas máquinas con las que vivimos. Y la ampliación que eso supone: ya no es necesario tener un libro para tener un libro; todos tenemos un teléfono, así que todos tenemos libros —o la opción de tenerlos con un clic.

Esos libros nuevos, que están en todas partes y en ninguna, no tienen nombre todavía. Quizá se podría aprovechar la homofonía afortunada y llamarlos librEs: libros libres, eléctricos. Un librE sería —decíamos anteayer— un texto largo que se ha independizado de su antiguo soporte único y puede ser leído en varios, que pasa de uno a otro sin escollos. Puro signo, signo puro, liberado de cualquier lastre material. Un objeto realmente contemporáneo: un objeto que no existe como tal objeto, un concepto. Algo más cerca de la libertad.


  1.       Resumen del texto.
  2.     ¿Por qué en sus orígenes el libro era un objeto de dominio?
  3.    ¿Por qué tuvo tanta importancia la invención de la imprenta?
  4.    ¿Qué dos tipos de libros distingue el autor?
  5. ¿Qué quiere decir abracadabrantes? ¿De qué palabra deriva este vocablo?
  6. ¿Cómo ha ido evolucionado el formato de los libros a lo largo de 4000 años?  
  7. ¿Por qué se dice que los libros tienen una forma más ubicua?
  8.  ¿Qué razones aportan los que rechazan los libros electrónicos? ¿Tienen que ver con el contenido de los libros?
  9.  ¿Con qué dos inventos compara el articulista la invención de la imprenta y el libro electrónico? ¿Con que objetivo?
  10. ¿El autor de este artículo es un especialista en libros?
  11. Qué quiere decir la expresión “borgianamente infinitos”?
  12. 12.  ¿Cuál es el gran cambio que se ha operado hoy con la difusión de los libros?

    13.  ¿De qué carecen esos libros nuevos? ¿Qué soluciones propone el articulista?

    14.  ¿Qué transformación ha sufrido el libro en cuanto a su forma? ¿Y qué permite este nuevo formato?

    15.  Comentario crítico del texto.


  1. La difusión de los libros mediante la imprenta permitió la democratización y la difusión del pensamiento, lo que provocó la difusión de las ideas ilustradas, y la concepción de la sociedad tal como hoy la conocemos. Hoy, de nuevo, asistimos a un nuevo cambio en su forma de difusión, ya que no solo están en papel, sino que se pueden consultar en cualquier dispositivo electrónico. Y, a pesar de que algunos tratan de defender el libro en papel con argumentos ajenos a la propia finalidad de la lectura sino más bien con la forma en la que se presenta esa lectura, ha provocado que el libro hoy no tenga ninguna forma, ni están hechos de ningún material, sino que están almacenados en el universo inmaterial de Internet.
  2. Porque había muy pocos y estaba en posesión de clérigos fundamentalmente que dominaban sociedades teocéntricas (la Biblia, el Corán).
  3.  Permitió que los libros llegasen a un mayor número de personas y la lectura permitió la aparición de la Ilustración, las repúblicas, la modernidad, la sociedad actual.
  4. Los libros transcendentales, que influyen en la formación, pensamiento e imaginación de las personas y los libros intrascendentes, sin ningún valor, porque repite lo ya sabido, no aportan nada nuevo o se venden solo por razones económicas.
  5.   Libros que sorprenden, que conmueven. De abracadabra.
  6. Han aparecido en tablillas, rollos de papiro, pergaminos atados, papel encuadernado, libro digital, libro en cualquier dispositivo electrónico.
  7. Porque se pueden leer en cualquier lado; basta con tener un dispositivo electrónico.
  8.  El tacto, el olor, los colores de un libro de papel. No, solo aluden a la forma, el contenido es el mismo.
  9.  La imprenta con la escalera y el libro electrónico con el ascensor. Para demostrar que aunque los dos primeros inventos son buenos, no alcanzan los beneficios de los dos últimos.
  10. Sí, porque durante toda su vida los ha leído, los ha imaginado y escrito.
  11. Que hoy tenemos la posibilidad de leer infinidad de libros si disponemos de un dispositivo electrónico.
  12. El libro ya no es un objeto y puede estar y puedes llevarlo a cualquier parte si se dispone de un dispositivo electrónico.
  13. Carecen de nombre. Propone llamarlos libres, acrónimo de libros libres, eléctricos.
  14. Que ya no es un objeto material, sino un concepto almacenado en la red y a disposición de cualquiera que tenga un dispositivo electrónico. Nos acerca un poco más a la libertad
  15.   Respuesta libre.

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